Por Mario Alberto Estrella.- Se acabó octubre, y con él le decimos adiós a ese señor que dejó a Baja California literalmente envuelto en llamas.
En seis años de gobierno Francisco Arturo Vega de Lamadrid desmanteló al Partido Acción Nacional y por poco lo logra con el Estado.
También llegó la hora de decirle adiós a la joya del libre mercado, durante años Chile fue considerado el ejemplo de una economía libre.
Hoy nos toca decir adiós a la fantasía de que hay una receta clara para dirigir a las naciones, América Latina se balancea vertiginosamente entre el progresismo y el neoliberalismo dejando una estela de pobreza y desesperación a ambos lados.
La desigualdad social es el común denominador a lo largo y ancho del continente, los pobres se cuentan por millones desde México hasta Chile, pasando por donde quieras, los tienen los progres, al igual que los conservadores, la realidad es que estamos viviendo un brote de violencia generalizado, al menos 24 países del mundo se encuentran sumidos en la violencia, desde Francia y Cataluña en el primer mundo pasando por Chile y terminando con la cuarta en Culiacán. La violencia se ha convertido en un estado social.
Y es que parece que la historia aspira a repetirse, y este brote de violencia mundial se asemeja mucho al que azotó al mundo los primeros treinta años del siglo XX. Durante los cuales el fantasma de las revoluciones se paseo a lo largo y ancho del planeta desde Uruguay hasta Rusia, infectando a China, México, Nicaragua sólo por mencionar algunos países.
Sin importar el modelo que elijas, en ambos lados encuentras lo mismo, pobreza, desigualdad descontento social. ¿Será acaso que tenemos que sentarnos a ver que queda después de las llamas? ¿Serán estos los dolores de parto de un nuevo modelo social?